domingo, 6 de abril de 2008

ENTREVISTA A EDGAR MORIN

En su última obra, Une politique de civilisation*, Edgar Morin profundiza su análisis sobre el estado del mundo, tema que ya había tratado en Tierra Patria, y propone una reforma de la política y del pensamiento para superar la crisis multiforme que atravesamos.

Label France: Hace años que constatamos que nuestras sociedades atraviesan una crisis económica, social y política, y que el mundo vive numerosas disfunciones. ¿Por qué la juzga usted fundamental?


Edgar Morin: Todo aquello que constituyó la faz luminosa de la civilización occidental presenta ahora un envés cada vez más negro. Así, el individualismo, que es una de las grandes conquistas de la civilización occidental, genera hoy cada vez más fenómenos de atomización, de soledad, de egocentrismo o de degradación de la solidaridad. Otro producto ambivalente de nuestra civilización es la técnica, que ha descargado a los hombres de enormes gastos energéticos confiándoselos a las máquinas, pero ha hecho que la sociedad sea esclava de la lógica cuantitativa de dichas máquinas.
La industria, que produce masivamente bienes baratos para satisfacer las necesidades de gran número de personas, es la causa de la contaminación y de la degradación que amenazan a nuestra biosfera. En este sentido, el automóvil es un perfecto ejemplo de los vicios y virtudes de nuestra civilización. Incluso la ciencia, de la que se pensaba que sólo aportaba beneficios, conlleva aspectos preocupantes como son el peligro atómico o la manipulación genética.
Así pues, podemos decir que el mito del progreso, fundamento de nuestra civilización que pretendía que el mañana sería indudablemente mejor que el presente, y que compartían el mundo del oeste y el mundo del este -puesto que el comunismo prometía un porvenir radiante- ha caído en cuanto mito. Lo que no significa que el progreso sea imposible, sino que no puede considerarse como algo automático y que suscita también regresiones de todo tipo. Actualmente hemos de reconocer que la civilización industrial, técnica y científica crea tantos problemas como los que resuelve.

Esta crisis ¿concierne solamente a las sociedades occidentales?


Es una situación general en la medida en que la civilización occidental se ha mundializado, al igual que ese ideal al que había llamado desarrollo. Este último fue concebido como una especie de máquina cuya locomotora fuera técnica y económica, y arrastrara a los vagones, es decir, al desarrollo social y humano.
Sin embargo, nos damos cuenta de que el desarrollo, contemplado únicamente desde un punto de vista económico, no descarta ni mucho menos un subdesarrollo humano y moral. Primero en nuestras sociedades ricas y desarrolladas, y luego, en las sociedades tradicionales.
Así que se han puesto en tela de juicio nuestras antiguas soluciones, lo que supone enormes retos para nosotros y nuestro planeta, especialmente frente al peligro que entraña la economía llamada 'mundializada' de la que ignoramos aún si la elevación del nivel de vida que promete no va a comportar una degradación de la propia calidad de vida.
Esta degradación de la calidad respecto a la cantidad es síntoma de nuestra crisis de civilización, pues vivimos en un mundo dominado por una lógica técnica, económica y científica. Sólo es real aquello que es cuantificable, lo que no lo es es evacuado, en especial del pensamiento político. Desgraciadamente, ni el amor, ni el sufrimiento, ni el placer, ni el entusiasmo, ni tampoco la poesía entran en la cuantificación.
Temo que la vía de la competitividad económica acelerada y amplificada nos conduzca a un incremento del desempleo. La tragedia es que no tenemos la clave para salir. Nuestros instrumentos de pensamiento, nuestras ideologías, como el marxismo que pensaba equivocadamente, por desgracia, que suprimiendo la clase dirigente se eliminaba la explotación del hombre por el hombre, han demostrado su fracaso. Así pues, nos sentimos un tanto desorientados.

¿Ha existido en el pasado una situación crítica comparable a ésta?


Este desarrollo técnico, económico y científico, con sus propios efectos, es un fenómeno único en la historia. Pero ya se han producido otras situaciones críticas. Cuando un sistema dado se encuentra saturado por problemas que no puede resolver, caben dos posibilidades: o la regresión general o un cambio de sistema.
El caso de la regresión se ve ilustrado por el Imperio Romano. Como ahora sabemos, no fueron los bárbaros los que provocaron la caída del Imperio Romano, sino la incapacidad de éste de transformarse y resolver sus problemas económicos. Por el contrario, el nacimiento de las sociedades históricas hace diez mil años en Oriente Medio, pasando de pequeños grupos nómadas de cazadores y recolectores, a la agricultura y la sedentarización en poblados constituye un ejemplo perfecto sobre la superación de un sistema de organización con demasiados compartimentos o demasiado disperso como para resolver los problemas planteados por una gran concentración de poblaciones.

En estas mutaciones, se franquea una etapa y se cambia de escala en realidad. ¿Entra dentro de la lógica del futuro de las sociedades humanas acceder a la fase de la mundialización, a la que usted llama "era planetaria" y que hoy se contempla sobre todo como un peligro?


En efecto, al ser incontrolada la mundialización genera múltiples regresiones. Pero es una posibilidad que podría ser deseable. La mundialización tiene evidentemente un aspecto muy destructor por propiciar el anonimato, la uniformización de culturas, la homogeneización de las identidades, pero representa también una oportunidad única para los hombres de las diferentes culturas del planeta de comunicarse, comprenderse y favorecer los mestizajes.
Esta nueva etapa no llegará más que si nos convencemos de que somos ciudadanos de la Tierra a la vez que somos europeos, franceses, africanos, americanos... que ésta es nuestra patria, sin rechazar por ello las demás. Dicha toma de conciencia de la comunidad de destino terrestre es la condición necesaria para efectuar este cambio que nos permitiría copilotar el planeta, cuyos problemas están inextricablemente mezclados. De no ser así, se conocerá un incremento de los fenómenos de "balcanización", de repliegue defensivo y violento sobre las identidades particulares, étnicas, religiosas, que es el negativo de este proceso de unificación y de solidarización del planeta.

Estos problemas planetarios, que superan la competencia de los Estados nación precisan respuestas políticas planetarias. ¿Quiere ello decir que habría que instaurar un gobierno mundial con el riesgo de totalitarismo que esto comporta?


En absoluto. Lo que yo creo es que indudablemente hay que esperar que se elabore una confederación mundial, que a su vez sería una confederación de confederaciones continentales, de las que Europa podría ser modelo y ejemplo. Creo que habría que crear instancias mundiales para regular problemas vitales como la ecología, el sector nuclear y el desarrollo económico que, en razón de sus consecuencias socioculturales, no debería escapar al control político.

Pero lo esencial de la política de civilización debería ser elaborada a escala nacional. ¿Cuáles son sus líneas generales y su finalidad?


Si hay una crisis de civilización es porque la política considera los problemas fundamentales en general como problemas individuales y privados y no percibe su interdependencia con los problemas colectivos y generales. La política de civilización pretende situar al hombre en el centro de la política, como fin y medio, y promover el "bienvivir" en lugar del bienestar. Ya son muchas las acciones que emanan de la sociedad llamada civil que se inscriben en esta línea, pero esas iniciativas para recrear la convivencia y la solidaridad, son hoy por hoy muy dispersas. La política de civilización debería apoyarse en dos ejes esenciales, válidos para Francia y para el resto de Europa: humanizar las ciudades, lo que exige enormes inversiones, y luchar contra la desertificación del campo.

Le reprocharían entonces el problema de la financiación de esos grandes proyectos en tiempos de crisis...


Por supuesto, pero porque pensamos en términos de presupuestos separados. Sería necesario crear un sistema contable que evalúe las consecuencias ecológicas y sanitarias de nuestros males de civilización.

Millones de años después de su aparición, le parece que el homo sapiens está todavía en el estadio de la prehistoria en el plano del espíritu y del comportamiento. ¿En qué supone nuestro modo de pensar y aprehender la realidad un impedimento para superar nuestros problemas actuales?


El conocimiento sólo es pertinente cuando se es capaz de contextualizar su información, de globalizarla y situarla en un conjunto. Sin embargo, nuestro sistema de pensamiento que impregna la enseñanza de la escuela primaria a la universidad, es un sistema parcelario de la realidad y hace que las mentes sean incapaces de relacionar los distintos saberes clasificados en disciplinas. Esta hiperespecialización de los conocimientos, que conduce a extrapolar un solo aspecto de la realidad, puede tener importantes consecuencias humanas y prácticas en el caso, por ejemplo, de las políticas de infraestructuras que muchas veces ignoran el contexto social y humano. Contribuye igualmente a despojar a los ciudadanos de las decisiones políticas a favor de los expertos.
La reforma del pensamiento enseña a afrontar la complejidad con ayuda de instrumentos, de conceptos capaces de relacionar los diferentes saberes que están a nuestra disposición en este fin del siglo XX. Se trata de algo vital para esta era planetaria en la que se ha hecho imposible, y artificial, aislar a escala nacional un problema importante. Esta reforma de pensamiento, que precisa a su vez una reforma de la educación, no está en marcha en ningún sitio y sin embargo es necesaria.
En el siglo XVII, Pascal había comprendido ya hasta qué punto todo está vinculado, reconociendo que "cada cosa es ayudada y ayudante, causada y causante" -incluso tenía el sentido de la retroacción, lo cual era admirable para su época-, "y estando todo relacionado mediante un vínculo invisible que une las partes más alejadas entre sí, me parece imposible conocer las partes si no conozco el todo, así como conocer el todo sin conocer las partes". Es su frase clave. La educación debería tender hacia este aprendizaje.
Pero, desgraciadamente, hemos seguido el modelo de Descartes (contemporáneo de Pascal) que preconizaba la división de la realidad de los problemas. Sin embargo, un todo produce cualidades que no existen en las partes separadas. El todo no es nunca únicamente la adición de las partes. Es algo más.

Usted propone superar el antagonismo tradicional entre lo particular y lo universal. ¿Por qué no es contradictorio "querer preservar la diversidad de las culturas y desarrollar la unidad cultural de la humanidad"?


Es indispensable poder concebir la unidad de lo múltiple y la multiplicidad de lo uno. A menudo tendemos a ignorar la unidad del género humano cuando se ve la diversidad de las culturas y de las costumbres, y a borrar la diversidad al contemplar la unidad. El verdadero problema es ser capaces de ver lo uno en lo otro, puesto que lo propio del ser humano reside precisamente en ese potencial de diversidad, de las lenguas, de las psicologías, etc., que no tiene porqué poner en tela de juicio la unidad humana, a la vez anatómica, genética, cerebral, intelectual y afectiva.
Se comprende así que lo general y lo particular no sean enemigos puesto que lo general en sí es singular. La especie humana es singular respecto a las otras especies, y produce singularidades múltiples. Nuestro universo es singular pero produce la diversidad. Es pues necesario comprender lo uno y lo múltiple, ya que las mentes incapaces de concebir la unidad de lo múltiple y la multiplicidad de lo generan irremediablemente la unidad que homogeneiza o las multiplicidades que se encierran en ellas mismas.

Para regenerar la democracia usted preconiza volver a los valores de la trinidad republicana "libertad, igualdad, fraternidad". ¿En qué sentido deberían revisarse estos conceptos?


Lo interesante es que esta fórmula es compleja, los tres términos son a la vez complementarios y antagonistas. La libertad sola aniquila a la igualdad e incluso a la fraternidad. La igualdad, impuesta, destruye la libertad sin lograr la fraternidad. En cuanto a la fraternidad, que no puede ser instituida por decreto, debe regular la libertad y reducir la desigualdad. En realidad es un valor que pone de manifiesto la relación de uno mismo con el interés general, es decir, el civismo. Cuando decae el espíritu ciudadano, cuando uno deja de sentirse responsable y solidario de los demás, la fraternidad desaparece. Estas tres nociones son pues muy importantes. Hay momentos de la historia en los que el problema crucial es el de la libertad, sobre todo en condiciones de opresión, como en el momento de la Ocupación de Francia, y existen situaciones en las que el problema capital es la solidaridad, como ocurre hoy en día.

En el ámbito europeo es usted partidario de un modelo de federación de Estados. ¿Qué papel podría desempeñar Francia?


Francia podría desempeñar un papel pionero porque su cultura posee una herencia de universalidad, de fe cívica, republicana y patriótica, pero también porque Francia es el único país europeo que desde el siglo XIX es un país de inmigración, mientras que los demás son países de emigración. Francia ha heredado una tradición de integración de los extranjeros a través de la escuela y la naturalización, automática en el caso de los niños nacidos en Francia desde la Tercera República (1870). Aunque nunca eufórica al principio, esta integración que sigue funcionando a pesar de las dificultades propias de los tiempos de crisis, explica que un cuarto de la población francesa actual tenga ascendientes extranjeros. Finalmente, a causa de su imperio colonial, Francia reconoció como franceses a los martiniqueses o a los vietnamitas, es decir, a personas de otro color. En el modelo francés, la identidad nacional ha sido transmitida siempre por la escuela republicana y la enseñanza de la historia de Francia. Los niños asimilaban Vercingetorix, Roma, Clovis, es decir una historia muy rica, y además muy interesante, pues la mitología francesa exalta a la vez a un héroe de la independencia, Vercingetorix, pero no trata de colaboradores a los galos que fueron por su parte romanizados. Así pues, Francia desde su origen, acepta el mestizaje con los romanos, y luego con los germanos. Constituida a partir de un pequeñísimo reino, l'Ile de France, que se fue ampliando con el transcurso de los siglos al anexionar regiones heterogéneas, Francia se caracteriza en realidad por un proceso de afrancesamiento permanente.

Su diagnóstico desemboca en una situación "lógicamente desesperada". ¿Qué es lo que le hace concebir esperanza?


Pienso que debemos propiciar los intercambios. De la misma manera que Asia se ha abierto a la técnica occidental, debemos nosotros ser receptivos a la aportación de las civilizaciones asiáticas, budistas e hinduístas, por la importancia que han prestado a la relación entre uno mismo y uno mismo, entre su espíritu y su alma y su cuerpo, que nuestra civilización productivista y activista ha ignorado por completo. Tenemos mucho que aprender de las otras culturas. De la misma manera que el Renacimiento se produjo porque la Europa medieval volvió a las fuentes griegas, debemos hoy intentar un nuevo renacimiento volviendo a las múltiples fuentes del universo.
Las razones que me hacen tener esperanza se fundan igualmente en el hecho de que estamos en la prehistoria del espíritu humano, lo que significa que las capacidades mentales humanas están aún subexplotadas, especialmente en el plano de las relaciones con los demás. Somos bárbaros en las relaciones con los demás, no solamente entre religiones y pueblos diferentes sino en el seno de una misma familia, entre los padres, donde falta comprensión. Por otra parte, la historia nos enseña que hay que apostar por lo improbable. Yo he vivido históricamente dos veces la victoria de lo improbable. Primero con la derrota del nazismo en 1945, cuando la victoria alemana era probable en Europa en 1941, y posteriormente con la caída del sistema comunista en 1989-1990. Lo peor no es nunca certero y "allí donde surge el peligro surge también lo que puede salvarnos", como dice Hölderlin recordándonos que el peligro nos ayudará tal vez a salvarnos, a condición de tomar conciencia de ello.

Declaraciones recogidas por Anne Rapin

* En el que expone su análisis junto al del politólogo y filósofo Sami Naïr.


Notas bibliográficas

Edgar Morin es uno de los pensadores franceses más importantes de su época, director emérito de investigaciones en el Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS, del francés Centre national de la recherche scientifique). Su obra múltiple está guiada por la preocupación de un conocimiento que no esté mutilado ni dividido, capaz de abarcar la complejidad de lo real, respetando lo singular a la vez que lo integra en su conjunto. En este sentido:
- ha efectuado investigaciones en sociología contemporánea (El espíritu del tiempo, edit. Grasset, 1962-1976)
- se ha esforzado por concebir la complejidad antroposocial incluyendo la dimensión biológica y la dimensión imaginaria (El hombre y la muerte, Seuil, 1951, El cine o el hombre imaginario, Minuit, 1956, El paradigma perdido: la naturaleza humana, Seuil, 1973)...
- enuncia un diagnóstico y una ética para los problemas fundamentales de nuestro tiempo (Para salir de siglo XX, Nathan, 1981, Pensar Europa, Gallimard, 1987, Tierra Patria, Seuil, 1993, Une politique de civilisation, con Sami Naïr, Arléa, 1997)
- finalmente ha elaborado en veinte años (1977-1991) un Método (1. La Naturaleza de la naturaleza, 2. La Vida de la vida, 3. El Conocimiento del conocimiento, 4. Las Ideas, su hábitat, su vida, sus costumbres, su organización, Seuil) que permitiría una reforma del pensamiento.
La complejidad humana (Flammarion, 1994) reúne conceptos clave de la obra de Edgar Morin (fragmentos de sus principales obras) y permite un primer acercamiento al "pensamiento complejo".


La mayoría de estas obras han sido traducidas (o lo están siendo) al alemán, inglés, chino, coreano, español, griego, italiano, polaco, portugués, ruso, sueco.